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Fiestas de finales de año, una época de conmemoración y de alegría para muchos pero incierta para otros. La palabra festividad, procedente del latín “festivitas”, hace referencia a una fiesta o solemnidad con la que se celebra algo (RAE, 2014). Las festividades existen en todos los pueblos y culturas, cada una con sus respectivas particularidades pero, finalmente, son estas celebraciones las que afianzan el vínculo social al reunir a personas y darles un sentido de pertenencia y colectividad. Sin embargo, ¿qué sucede cuando una persona experimenta duelo por la pérdida de un ser querido?
Uno de los autores que ha investigado con mayor énfasis el fenómeno del duelo es Niemeyer (2002). El referido autor sostiene que el proceso de duelo no sólo es determinado por las emociones, sino que también por el tipo de relación entre el fallecido y el deudo sumado a los significados únicos en la mente del doliente. Es decir, cada experiencia de duelo es diferente y dependerá mucho del tipo de relación y vínculo emocional que mantuvieron en vida cada una de las partes. Estos vínculos deben reconstruirse luego de la pérdida.
Niemeyer (2002) agrega “no necesariamente el deudo debe dejar ir o renunciar a la relación con la persona desaparecida; la muerte transforma las relaciones con la persona querida en lugar de ponerles fin. No es necesario distanciarse de los recuerdos, sino convertir una relación basada en la presencia física en otra basada en la conexión simbólica, conservando esta relación que fue fundamental para nosotros en el pasado, podemos dar continuidad a una historia vital interrumpida por la pérdida, emprendiendo el duro trabajo de inventar un futuro lleno de sentido. Esta perspectiva permite incluir el crecimiento, el mundo de la persona queda transformado por la pérdida, la reconstrucción de un nuevo mundo de significados que tenga sentido no necesariamente lleva a la normalidad previa a la pérdida, sino que da la oportunidad de llegar a un estado de mayor desarrollo personal.” (Oviedo, Parra, Marquina, 2009)
Por tanto, un proceso de duelo guiado ofrece la posibilidad de abrir la reflexión de los deudos, cambiar la perspectiva que se tiene sobre la pérdida y la aceptación del nuevo vínculo entre las partes. El incorrecto manejo de un proceso de duelo deja vulnerable a los deudos a ser víctimas de depresión, ansiedad y demás emociones negativas. Creemos que seguir estas cuatro pautas pueden contribuir a mejorar su probabilidad de brindarle un nuevo enfoque a su experiencia de duelo:
El desahogo es importante. Cuando una persona enfrenta una pérdida tan severa para sí misma, se activa el proceso de negación. Es decir, la persona rechaza la posibilidad de pérdida. La angustia se intensifica y ello puede llevar a nublar el buen juicio. Desahogarse es importante, manifestar el dolor emocional es legítimo.
Abrir espacio a la aceptación: Es importante aceptar el cambio en la forma de vincularse con la persona que ha partido. La aceptación del cambio es determinante.
Reaprender a vivir. Una vida distinta con un propósito renovado ayudará a comprender que aún se le puede encontrar sentido a la vida, interés por quienes aún están vivos y motivación a pesar de las condiciones y no gracias a ellas.
Encontrar la paz, conservando el buen recuerdo. Comprender que hay una diferencia entre la muerte biológica, que es cuando muere el cuerpo y la muerte social, que es cuando la persona es olvidada socialmente, es decir por familia, amigos, etc. y que nuestro ser querido puede permanecer vivo en nuestros recuerdos sin que eso nos ocasione dolor.
Referencias:
Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23a ed.).
Beatriz Gil-Juliá, Ascensión Bellver, Rafael Ballester. (2008). Duelo: Evaluación, Diagnóstico y Tratamiento. PSICOONCOLOGÍA, Vol. 5, Num. 1, Pp. 103-116.
SJ. Oviedo Soto, FM. Parra Falcón, M. Marquina Volcanes. (Febrero 2009). La muerte y el duelo. Enfermería Global, N° 15, Pp. 1-7.
Niemeyer, R. (2002). Aprender de la pérdida. Barcelona, España: Paidós.